lunes, 21 de abril de 2008

La crisis de autoridad en la familia




Para tener una relación eficaz, la clave es tener tiempo: hay que conseguirlo
En la formación humana de los hijos intervienen muchos factores, aunque en aras de una cierta simplificación podemos distinguir los siguientes: la familia, el colegio, los amigos, la calle, la televisión, internet, los videojuegos y el móvil. Está claro que no intervienen con la misma intensidad.


Sin duda alguna, el factor que más debería influir es la familia. Principalmente porque es el lazo afectivo más fuerte que deben tener los hijos. En realidad es un conjunto de lazos afectivos: hijo-madre, hijo-padre, hijo con los distintos hermanos.


Aquí añadiría algo que algunos padres desconocen, y que es de extraordinaria importancia. Lo que más enseña a los hijos a amar a los demás, es ver el amor que se tienen entre sí padre y madre, demostrado en mil pequeños detalles de delicada finura. Si ese punto no se cuidad hasta la excelencia, no es de extrañar que alguno o muchos aspectos de la formación de los hijos no vayan bien.


Educar a los hijos es un verdadero arte. Tiene que conjugar demostrar afecto con exigir obediencia y que cumplan con sus responsabilidades de hijos, de hermanos y de buenos alumnos. Para que haya afecto tiene que haber trato en la vida diaria comentando las distintas cosas que les han ocurrido en el colegio, en la calle y con los amigos. Ello requiere que padre y madre tengan tiempo para esta normal relación y así les puedan dar criterio y consejo o hacer una broma sobre aquello que les han contado. Hablar y disfrutar juntos de una dulce vida de familia en la que los hijos se sienten queridos por sus padres y estos por sus hijos compartiendo ratos de comida y de tertulia es especialmente importante.


Para conseguirlo tiene que haber tiempo suficiente. Hay ladrones de este tiempo de agradable convivencia como son el exceso de trabajo de los padres, la televisión, internet y los videojuegos. El primero –exceso de trabajo– es sin duda el decisivo, pero hay que ir con mucho cuidado con los otros tres: por un lado porque son importantes ladrones de tiempo de convivencia en familia, y por otro porque por los contenidos pueden ser grandes demoledores de las virtudes y valores que los padres están procurando que vivan.


Un día un padre le preguntó a su hijo que a quién quería más, y el hijo le respondió que a Juan. A lo que el padre le dijo: ¿Quién es Juan? Y él le contestó que el jardinero, que era el que le escuchaba al volver del colegio, porque su madre y su padre no estaban. Esos padres estaban fracasando en la educación de su hijo.


Los hijos que no se sienten suficientemente queridos por sus padres, pero sí exigidos –y a veces precisamente por falta de cariño de forma desabrida–, acaban pasando de sus padres. Y si a eso va unido –que no es infrecuente– a que el amor entre padre y madre no tiene esos detalles de afecto a los que hacíamos referencia, da como resultado que lo que sus padres le puedan decir sobre virtudes y valores caiga muchas veces en saco roto.


La razón de todo está en que los padres no han sido capaces de vivir las virtudes y valores que hacía falta para educar bien a su hijo. Algunos padres en la actualidad no saben siquiera cuáles son esas virtudes y valores. Muchos tendrían que pasar por una escuela de padres para saber en qué consisten.


Pues bien, ya tenemos unos padres que han perdido la autoridad sobre su hijo. Y también tenemos un hijo que muchas veces no les obedecerá y que su rebeldía la transmitirá a otros ambientes como el del colegio. Y si hay problemas de disciplina en el centro y es castigado, no será extraño que los padres proyecten su impotencia por educarle en defender al hijo para que no le castiguen –que es castigar su propia impotencia–, o vayan en mal plan contra el profesor y contra el centro –que es manifestación de lo mismo. Eso creará en los profesores desasosiego, porque los padres, que tendrían que ser los primeros defensores de los profesores, se han convertido en sus enemigos, que en algún caso verdaderamente desgraciado les pegan. La causa de todo ello es la falta de autoridad de los padres.


Para los padres que están intentando hacerlo bien y no tienen autoridad, hay un artículo interesante titulado "¿Por qué mi hijo no me obedece?" y otro para los que se han descuidado un poco, que tiene por título "¿Por qué les falta autoridad a ciertos padres?", en el blog de dirección: http://www.educacionhijos.blogspot.com/

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