martes, 4 de mayo de 2010
Entrevista con Alfonso Aguiló
Cuánto debe ayudar un hijo en casa
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HIJOS FELICES
EL MUNDO VIVE EN LA DOXA….
EL MUNDO VIVE EN LA DOXA….
Por: Manuel Lule
¡Oye amiga, yo tengo el remedio buenísimo que te va a curar, tomate esto y listo. ¡No si te digo… ese arbitro está ciego o vendido, debería de haberlo expulsado…¡Oye si yo fuera diputado de verdad que haría los cambios necesarios para expulsar a todas las ratas del gobierno…!
Cuántas veces hemos escuchado en alguna fiesta o reunión social frases como estas o del tipo de estas, mi querido amigo lector hoy en día todos somos médicos, todos somos los excelentes analistas deportivos y también porque no… el perfecto candidato para decirle al presidente como se hacen las cosas en este país…y pregunto yo en que nos fundamentamos, qué información solventa lo que meramente opinamos, de donde tomamos lo necesario para hacer un juicio y todavía atrevernos a decir, es que esto es mi verdad… No cabe la menor duda, vivimos en un mundo basado en la Doxa y muy lejano de la espisteme.
Estos dos términos del griego antiguo son sumamente apreciados por los filósofos, los cuales con facilidad le ayudan a uno a quitarse el velo de los ojos y nos hacen entender un poco más porque vivimos en un México que en ocasiones se torna mediocre y falto de cultura, déjeme explicarle. Para los griegos la DOXA se refería a la mera opinión que tenía una persona sobre su mundo y la EPISTEME era al conocimiento intelectual basado en estudios, basado en cosas con sustentabilidad; ahora bien, una persona Doxa simplemente emitía juicios basados en su mera experiencia, mientras el filosofo por lo regular generaba episteme, es decir, conocimiento solventado por la razón, en pocas palabras los juicios que emitía se basaban en verdaderos razonamientos elaborados por medio del estudio.
Le pongo un ejemplo, basta que algún comentaristas de noticias emita un comunicado, el cual en sobradas ocasiones no tiene fundamento alguno y ya lo creemos como si fuera una verdad absoluta, esta misma información escueta la transmitimos de boca en boca generando una mera opinión del asunto, trasciende nuestros círculos cercanos, cae en manos de políticos mal intencionados y se politizan las cosas, nos hacemos de dos bandos y de nueva cuenta se queda la propuesta que puede cambiar al país, en chismes, alegatos y cosas que no ayudan …en nada.
¿Se da cuenta?... estamos envueltos en meras opiniones y no en razones sustentadas, alguna ocasión escuché de un conferencista especialista en su materia la frase que llegó a lo más profundo de mi corazón “dar razones de nuestra esperanza”, en qué nos basamos para decir tal o cual dicho, qué lo sustenta, para los filósofos griegos la búsqueda de las razones los llevaban a investigar, a estudiar a otros pensadores y eso les provocaba una sed interminable por conocer, a continuación lo explico con un esquema muy sencillo.
Hagamos un análisis de esto: Si quiero emitir juicios solo por el hecho de quedar bien esto puede ser muy delicado ya que quizás no cuento con información suficiente que sostenga lo que voy a decir, entonces lo mejor es no opinar y reconocerme ignorante sobre ese tema…sí efectivamente, suena duro pero así es, es usted un ignorante, y si tiene la humildad para reconocerlo entonces está listo para el segundo paso, se va a poner a estudiar, investigar a indagar y se asombrará de las cosas que va a descubrir sobre tal o cual cosa, asombrarnos como lo hacen los niños en su proceso de aprendizaje, esto nos habla de la sed por aprender, las ganas de ser mejor persona, las ganas de trascender en este mundo.
Siguiente paso al cultivarse entonces y solo entonces tendrá la capacidad de entrar en la Episteme misma que le generará más capacidad de asombro, esto es un ciclo sin fin y es lo que verdaderamente nos hace tener conocimientos verdaderos.
Nos explicaba un maestro en filosofía, “lo que pasa es que hemos abaratado o diluido el conocimiento”, pensamos que porque está escrito en Internet es absoluto, que por qué lo dijo tal o cuál líder de opinión, es verdad, es más que por que apareció en una revista de chismes es lo único y porque lo dijo Niurka es entonces ya su verdad….por favor, esto es pura Doxa y nos hace un daño enorme a la cultura en general.
Entonces que se puede hacer, muy simple sentirnos que somos ignorantes que no lo sabemos todo y seguir fomentando el circulo de aprendizaje para que no perdamos nuestra capacidad de asombro, un buen libro, una buena revista especializada basada en hechos comprobables, en fin puede ser hasta un buen programa de televisión, pero si con lo único que nos queremos quedar es con “la guerra de chistes del borrego Nava” que pasa por Telehit… entonces de qué tendremos lleno el corazón para expresarlo a los demás…por favor.
Hoy en día nuestros hijos cuentan con muchos canales de información, responsabilidad nuestra es conocer el origen de esa información y conducir a los muchachos por lo que verdaderamente es sano, cualquiera tiene la oportunidad de emitir mensajes gracias a este mundo de comunicaciones pero esto no significa que sea lo mejor para nuestras vidas, para nuestras familias. Creo y estoy convencido que nos acercamos cada vez más a la formación de juicio en nuestros hijos, esto es, cada vez tendremos que trabajar más en ellos para que estén preparados a ejercer sano juicio ante la eventualidad, ante el amigo que le ofrezca droga, pornografía o vicios de ingesta, para que en el momento en que nosotros como padres no estemos presentes, ellos puedan decidir correctamente de tal forma que nada atente contra su naturaleza contra su persona y dignidad humana.
Esto se va a lograr en la medida en que adquieran cultura y conocimientos, en la medida que sean generaciones adictas al estudio y el desarrollo humano, en la medida en que busquen el bien común y fortalezcan los lazos de solidaridad.
Vamos purificando nuestras generaciones y fomentémosle el estudio y la investigación seria, es decir, luchemos porque no se dejen llevar por la Doxa y sean buscadores de la episteme.
CATARATAS DENTRO DE MI CASA
CATARATAS DENTRO DE MI CASA
POR: MANUEL LULE
Por qué quise empezar contando esta anécdota, porque desgraciadamente existe un gran número de padres de familia que se les ha olvidado disfrutar a sus hijos, se les ha olvidado reírse con ellos y se les ha olvidado hacer hasta el ridículo, con tal de pasar un buen rato agradable, dicen los especialistas que muchos de estos padres caen en el síndrome conocido como de adultismo, esto es en palabras sencillas “tomar un roll demasiado severo de ser padre y olvidarse de las cosas agradables de la vida”.
Quizás algún lector me mal interprete y me critique por ser exagerado, quizás otro podría decirme “no tengo tiempo para bobadas” u otro me anteponga el trabajo y la ausencia económica muy común en nuestra patria por un buen momento de gozo con los hijos, pero déjeme explicarle una cosa, el continuo incremento del adultismo nos puede llevar a situaciones difíciles para con los hijos, déjeme mostrarle algunas cifras de la situación que se da en México.
Según la UNICEF en encuestas recientes, México sufre el 35% de su violencia en los hogares debido al abuso de los adultos sobre sus propios hijos, otras cifras más estremecedoras nos revelan que 80 mil niñas, niños y adolescentes, mueren todos los años en el país, como consecuencia del flagelo de la violencia en sus hogares.
¿Qué nos está pasando en nuestros hogares?, ¿En qué momento se pierde el piso en la comunicación con nuestros hijos?, ¿En qué condiciones está la persona cuando pierde el control con sus hijos?....
Todas estas preguntas se enlazan y nos generan una cultura de violencia, pero yo me pregunto, ¿cómo celebrar en México este próximo día del niño si tenemos estas cifras alarmantes que nos pesan como sociedad?...
Entre los actos más frecuentes de violencia familiar encontramos: la violencia física, la psicológica y la sexual, precisó Jacob Pinheiro, quien anotó que tales abusos los cometen en la mayoría de los casos padres, madres, padrastros, madrastras, padres y madres de acogida, hermanos, y cuidadores.
Por lo tanto es necesario acabar con los círculos de violencia que se enraízan en lo más profundo de nuestras familias, en primer lugar necesitamos reconocer que se está dando una forma de violencia en nuestra familia, puede ser la madre, el padre o un familiar, en ocasiones un vecino es el detonante que puede denunciarla para que pare.
El generador de violencia debe reconocer ante todo que tiene un problema, que no va a resolverlo solo y que es necesario una ayuda, una terapia, el acercamiento a un especialista que pueda ayudar en la búsqueda de la raíz de esa violencia para que no vuelva a rescindir en la misma, la violencia es un círculo de vicio cíclico, que tarde o temprano tiende a repetirse cada vez más y en un grado mayor de conducta reactiva, el agresor por lo tanto debe detenerla encontrando su origen, conociendo las causas que la detonan y formando una nueva actitud y mentalidad por medio de un proceso de nuevos hábitos que lo lleven a liberarse de las cadenas de opresión, a continuación mostramos el ciclo de la violencia que ayuda enormemente a los allegados a la problemática a detener su continuidad.
Mientras no detengamos y hagamos conciencia al agresor sobre todo en la etapa de aparente calma difícilmente desterraremos la violencia de nuestros hogares, ahora bien en cualquier etapa del ciclo se puede detener y evitar la agresión se han dado casos que en el momento de la explosión han tenido que intervenir autoridades y hasta fuerza pública para evitar las reacciones, lo importante querido amigo es romper con el ciclo de la violencia.
Existen clínicas de rehabilitación, terapeutas especializados, terapeutas en familia, en fin, un sin número de profesionales que pueden atender este tipo de casos y ayudarnos a resolver la violencia en la familia pero el primer paso es darnos cuenta que algo serio está pasando y es momento de hacer un alto.
Ya basta de las frases tan trilladas como “usted qué se mete, así yo educo a mis hijos”, “es normal ya se le pasará lo enojado”, “El es bueno… solo que se desespera”, etc… basta no podemos seguir viviendo en una falsa mascarada y permitir que las vejaciones se sigan dando dentro de nuestros hogares qué más que sitios de cobijo, refugio y amor se convierten en verdaderos campos de tortura y concentración.
Lo invito pues querido lector a que acuda a los centros de atención de estas situaciones en el estado como son el DIF Estatal, la Secretaría de Educación Pública tratándose de la violencia en los colegios, estoy seguro que ahí podrá tener una respuesta pronta a la situación que vive en su hogar.
Lo aliento también, a formarse en las escuelas de padres que se imparten en los centros de estudios de sus hijos, muchas veces una conferencia o cátedra en torno al factor humano puede abrirnos los ojos entorno a nuestra situación y crisis familiar, el gobierno de Morelos ha impulsado fuertemente estos talleres con el fin de darle herramientas necesarias para su vida, nunca desaproveche estos momentos, los cuales pueden darle muchas luces sobre la mejor manera de proceder en caso del abuso que se da en los ambientes hogareños.
Por una cultura de la confianza
Por fin se estrenó la película esperada. Un joven se pone a la cola de la taquilla para comprar unas entradas de cine. Después de dos horas de espera le toca el turno. Ha olvidado el carnet de estudiante y la señora de la taquilla le dice: “¿Cómo puedo saber que me estás diciendo la verdad y que realmente eres estudiante?...” El joven, sonríe resignado, y le dice: “Sólo tengo mi palabra”. Ella le contesta: “No te conozco, así que no tengo por ello motivos para desconfiar de ti. Aquí tienes las entradas… a precio de estudiante” .
Un importante ejecutivo de una compañía americana llega con el tiempo justo para coger un vuelo, pero en el mostrador se da cuenta que, con las prisas ha olvidado el billete en la oficina. “Lo siento, no puedo darle el pase de abordar”, es la primera reacción de la azafata que está detrás del mostrador. “Srta. llevo 15 años volando con ustedes, mi nombre está en la computadora, existe ese billete, está pagado, pero no lo tengo aquí conmigo… Solo le pido que confíe en lo que le digo”. Y después de pensarlo unos minutos, la joven le pidió su pasaporte, sacó una copia, y le entregó un pase de abordar, diciéndole: “Confío en su palabra, solo le pido que me haga llegar ese billete en menos de 48 horas”. Tres meses más tarde, este ejecutivo buscó a esta azafata para ofrecerle uno de los puestos más serios de su empresa: la atención y cultivo de los clientes más importantes de la empresa. Había demostrado que sabía confiar en los demás, y este es el principio fundamental para cualquier relación que se caracterice por ser “humana”.
Son dos ejemplos que hablan por sí mismos. ¡Que necesidad tenemos, en nuestra sociedad, de recrear una cultura de la confianza! Hay medios de comunicación que han escogido presentar siempre y exclusivamente lo malo del hombre. Acaban haciéndonos creer que todos los seres humanos somos enemigos potenciales unos de otros. Es cierto, que los acontecimientos terroristas que hemos vivido en los últimos años tampoco ayudan a crear espacios de confianza, pero si abdicamos en esta lucha de pensar primero bien del otro, estaremos apostando por el suicidio de la humanidad. No hay hombre o mujer que pueda ser feliz sin experimentar que alguien confía en él o en ella. Todos lo necesitamos.
Desde que nacemos, sobrevivimos gracias a que confiamos, de forma casi innata, en que el otro que nos cuida, busca primeramente nuestro bien. ¿Desconfía naturalmente un niño de su madre? o ¿Cuándo duda de que su padre pueda desearle un mal objetivo? De hecho, los traumas infantiles más difíciles de superar provienen precisamente de experiencias de este tipo, porque lo más natural a la psicología humana es creer que quien me dio la vida, me quiere y busca mi bien. Se tiende a confiar naturalmente en ellos.
Toda nuestra vida está hecha de actos de confianza unos en otros. Confiamos en que cuando vemos una señal en la carretera que indica curva peligrosa, es porque va a venir. Ha existido alguien que quería avisarme para evitarme un peligro. Confiamos cuando compramos comida en supermercado en que nadie me va envenenar. Confiamos en los consejos del médico, aunque no le conocíamos antes de acudir a la consulta….
La confianza entre los seres humanos es el principio fundamental que permite la convivencia porque es la base que sostiene la personalidad humana, fundamentalmente una personalidad “relacional”. Toda la estructura psicológica y espiritual del ser humano, está hecha para la relación, para el amor y la ayuda mutua. En gran medida, la seguridad personal dependerá de la experiencia personal en este campo.
Se confía cuando se cree que el otro es alguien que en sí mismo merece la pena, es valioso y admirable, y puedo aprender seguramente algo de él. En una palabra que es “bueno para…”. ¡Basta ya de pensar siempre que el hombre es un lobo para el hombre! No es cierto. Una cosa es que alguien haya actuado mal en una o quizás en varias ocasiones (como todos lo hemos hecho), y otra etiquetar por ello, para siempre a esa persona. Esas etiquetas, a veces son peor que una condena a muerte, porque es difícil cambiar cuando nadie confía ya en esa persona. La confianza en el otro comienza con el pensamiento positivo porque de pensar bien del otro, brotarán los gestos de confianza sinceros hacia él.
Todos queremos un mundo más humano, pero para humanizar al ser humano, hay que comenzar “confiando en él”. El ser humano, en general, tiene un hondo sentido de justicia: dar a cada quien según lo que merece. Precisamente porque tendemos a ser justos, los cambios más profundos en el comportamiento humano, se dan cuando uno se ve tratado, no con estricta justicia, sino con algo que va más allá, con bondad, aún cuando estrictamente no lo merece. Quien haya leído “Los miserables” de Víctor Hugo, recuerda el cambio profundo en el corazón del protagonista, al inicio de la novela. A pesar de la hospitalidad recibida, gracias a la cual Juan Valjean, un expresidiario siempre odiado y tratado injustamente, es invitado a cenar y a dormir en casa de M. Bienvenido. El presidiario se levanta por la noche y huye de la casa tras robar los cubiertos de plata. Enseguida es apresado por un grupo de gendarmes, que le llevan hacia la casa del obispo. Y éste es quien excusa a Jean Valjean delante de la policía, explicándoles que no existía robo alguno porque él mismo le había dado los cubiertos de plata para que los vendiera. La justificación de M. Bienvenido tranquiliza a los policías y deja internamente atónito al antiguo presidiario: "Juan Valjean abrió los ojos y miró al venerable obispo con una expresión que no podría pintar ninguna lengua humana". Después de haber robado, recibió no tanto justicia, sino confianza manifestada en comprensión, disculpa y bondad. Hubo alguien que creyó, que a pesar de lo sucedido, él era y podía ser “bueno”. La experiencia de esta confianza, más allá de las apariencias, le cambió el corazón y la vida para siempre.
Merece la pena ver lo que sucede cuando se practica la confianza, y más aún cuando se elige como actitud interior habitual respecto a los otros. Se descubre un espectáculo maravilloso: jubilados que se tenían por inútiles vuelven a sonreír con gusto, adolescentes inconformes que deciden elegir el bien por sí mismos, matrimonios que se salvan, familias que se ayudan unas a otras a salir adelante, amistades que duran toda una vida…
El hecho de que la confianza sea mutua, retroalimenta y motiva pero no es indispensable para que se practique. Es necesario que haya uno que empiece a confiar en el otro. Cada día se nos presenta la oportunidad de hacer al menos, un acto de confianza: ¿Qué sucedería si hoy en mi matrimonio hubiera de mi parte un poco más de confianza en mi cónyuge? ¿Cómo sería hoy mi relación con mis hijos si confiara más en ellos? ¿Qué trato daría hoy a mis empleados si me moviera internamente el “creer más en ellos”? ¿Qué ocurriría si hoy confío en mis padres y en que quizás me quieren más de lo que yo imagino? Un primer acto de confianza, puede ser el principio de una nueva relación y una forma nueva de vivir. Vivir con esperanza.
Habrá quien piense que así no se puede vivir porque siempre acabaremos desilusionados de los demás. Ciertamente quien confía en los otros, sufrirá algunas desilusiones, pero ¿hay mayor desilusión en la vida que la proviene de haber perdido la capacidad de amar y confiar en los otros?
Cada quien elige como quiere vivir y quien quiere ser. Quien decide optar por confiar en los demás, no elige ir con cara de tonto por la vida, sino opta por esforzarse para descubrir el hombre y la mujer buenos, que cada uno lleva en su interior, para hacérselo ver a ellos mismos, y actuar en consecuencia. Quizás sea preferible equivocarse alguna vez por haber confiado de más, que no acertar nunca en el amor por haber dudado siempre de los otros.
La confianza atrae, cautiva y deja ganas de ser mejor. Cambiar todo el mundo es tarea de gigantes, pero cambiar nuestro alrededor solo depende de que seamos capaces de confiar en los otros, en los que tengo cerca, un poquito más para empezar hoy a vivir de… esperanza.