Por Juan Antonio González Lobato
Nos habíamos perdido en el monte tropical, cuando aún no había entrado nadie después de las lluvias. De noche.
La solución al problema de la delincuencia no está sólamente en el Gobierno Federal, Estatal y Municipal, sino también en las familias y en todos y cada uno de los ciudadanos solidarios que anhelan una sociedad sana, dispuesta a conquistar la justicia, la paz y la solidaridad.
¿QUÉ ES?
Fomenta la protección de vecinos, para su seguridad, la de sus familias y patrimonio. La unión entre vecinos reduce los problemas en la zona y causa un gran efecto de prevención del delito y la aprehensión de delincuentes.
Si nos unimos todos, vecinos y autoridades realizando un esfuerzo en conjunto, tendremos hogares más seguros de día y de noche, logrando una transformación plena en la manera de prevenir el delito.
LA CLAVE DE TODO ES LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA
La unión permanente entre vecinos reduce considerablemente los actos delictivos
“ VECINO VIGILANTE Y SOLIDARIO”
Se trata de colaborar de manera activa con las autoridades para crear un ambiente de seguridad en la ciudad.
Organicence en grupos de vecinos por zonas con el objeto de fomentar la participación y solución de la inseguridad pública.
Levanten un censo de tus vecinos con su nombre, teléfono, direccion, etc.
Lleven a cabo reuniones periódicas para observar, comunicar y denunciar cualquier acción que atente contra la integridad de la familia de tu vecino.
Establezcan entre todos un reglamento.
Resuelve conflictos de forma pacífica, no te involucres en riñas o pleitos callejeros.
Respeta a las personas y sus pertenencias.
Viste de manera sencilla cuando salgas ala calle y evita llevar objetos valiosos.
Camina por calles iluminadas y transitadas para que en caso de peligro puedas pedir ayuda.
No uses la m isma rutina cuando te traslades, evita los atajos, parques o estacionamientos no muy seguros.
Coloca en un lugar visible los números telefónicos y direcciones de los servicios de emergencia y de vecinos.
Platica con tus vecinos sobre lo que pueden hacer juntos para sentirse seguros en su colonia. Además de las recomendaciones que te proponemos, existen muchas alternativas para proteger nuestras familias.ˇ
1. El amor es infinito.
"Cuando tuve mi primera hija estaba tan feliz, que sentía que no podía quererla más. Pero, con cada nueva cosa que iba haciendo y que la hacía ser más persona, la quería más. Cuando iba a tener a mi segundo hijo, aunque estaba feliz, tenía un poco de susto porque pensaba que no lo iba a querer tanto como al primero. ¡Qué equivocada estaba! Ahora tengo cuatro y todos son mi adoración ", cuenta Patricia Espinoza, 34 años.
Pareciera ser que, de alguna manera, cada nuevo hijo crea su propio espacio en nuestro corazón y nos damos cuenta de que tenemos cada vez más amor que darles porque es infinito.
2. No controlamos todo.
"Lo único que yo quería era tener mi hija con parto natural. Pero la niña venía enredada en el cordón y tuve una cesárea de emergencia. Desde ese día supe que con un hijo, muchas cosas ya no dependían de mí", dice Claudia Cerda, 32 años.
"Teníamos ese viaje pensado hace tiempo. Era la primera vez que dejábamos a la niña, pero ya tenía siete meses. Creíamos que, después de tantas noches sin dormir; las papas y todo, merecíamos un descanso. La mañana del día en que nos íbamos, amaneció con 39 o de fiebre. Adiós viaje. Con los niños es demasiado real el dicho "uno propone y Dios dispone", cuenta Carolina Murillo, 4 hijos.
Los niños, desde un comienzo, nos enseñan a esperar lo inesperado, sobre todo cuando se trata de planear nuestra vida. El secreto es ser flexibles con nuestros planes. Mientras antes aprendamos a ser flexibles ya tener en cuenta todas las circunstancias que pueden cambiar, nos sabremos tomar la vida mejor. El humor es un buen remedio. Saber reírse y decir "para otra vez será", ayuda a evitar las frustraciones.
3. Todos tenemos nuestro lado oculto.
"Mi hija tenía cólicos y no paraba de llorar: Era desesperante. Nunca pensé que iba a sentir una rabia tan grande. Pero también aprendí que uno puede sentir algo negativo y, apenas descansa, uno se olvida. Para ser mamá se necesita mucho autocontrol", confiesa María Paz Arellano, 33 años.
"Jamás me imaginé que tuviera poca paciencia. Pero después de una tarde entera oyendo a mis hijos pelear; no aguanto más y me dan ganas de irme y no volver: Pero a los tres minutos, ya me he recuperado porque, a pesar de todo, son ¡adorables!", cuenta Carolina.
Los niños nos exponen a situaciones nuevas que nos hacen reaccionar de una manera que uno jamás pensó: rabia, impaciencia, frustración. Afortunadamente, aprendemos también que uno puede experimentar un sentimiento, sin actuar de acuerdo a él. El autocontrol es una importante lección que se tiene que desarrollar rápidamente desde que el hijo nace.
4. Nuestros propios intereses pasan a segundo plano.
"Desde que tengo niños, ya no me acuerdo ni de lo que era ir al baño, sin tener a alguien necesitándome al otro lado de la puerta. Y la cosa es peor cuando uno se siente mal...", asegura María Paz Arellano, 4 niños ( el mayor tiene 5)
"Antes de tener nuestra primera hija, éramos súper desordenados. Almorzábamos cualquier cosa y nos acostábamos súper tarde los fines de semana. Con la guagua no nos quedó otra que ordenarnos ", agrega Isabel Bravo, 29 años.
Con los niños, los padres aprenden a postergarse. Ellos exigen todo nuestro tiempo y dedicación. Se asumen responsabilidades y exigencias. Nuestra prioridad cambia: ahora son ellos lo más importante en la vida.
5. Los niños no son clones, son individuos distintos a nosotros.
"Hay veces que la miro y pienso: esa niñita no es hija mía. Es que es súper loca e hiperkinética... ¡Tan distinta a mí! Yo soy tranquilo, me gusta todo con calma... La verdad es que no sé cómo tratarla ", cuenta Francisco Olea, 2 hijos.
"Cuando chica vivía inventando cuentos y haciendo distintos personajes, pero mis hijas son todo lo contrario. Prefieren los puzzles (acertijos) y la memoria. Aunque sé que salieron concretas como el papá, me cuesta aceptarlo", dice Claudia C.
Hay que aprender a respetar las diferencias, personalidad y carácter de cada hijo. No podemos tratar de que nuestros hijos sean iguales a nosotros. Conocerlos tal cual son y quererlos por eso, ayudándolos a mejorar sus puntos débiles ya resaltar sus virtudes, es el deber de los padres.
6. Nadie espera que seamos perfectos.
"A veces, después de un día difícil y cansador; me doy cuenta de que estoy retando a mi hijo porque está haciendo lo que cualquier niño de 2 años hace: lloriquear porque quiere algo que no puede tener o mañosear cuando se acerca la hora de comer; Pero incluso en esos momentos en que pierdo la paciencia y me enojo de más, él me da un gran beso y un abrazo. Eso me hace sentir menos culpable y entender que él no me está pidiendo que sea perfecta, sino que lo quiera porque él me quiere igual", cuenta Isabel E.
El amor incondicional de los niños es una recompensa que nos conforta día a día. Si nos equivocamos y se nos pasó la mano con el enojo, ellos nos hacen sentir que no fue tan grave. Tenemos que tener presente que no somos perfectos y que nadie nos está exigiendo que lo seamos. Mañana trataremos de controlarnos más y seremos mejores. Ojalá pudiéramos ser así con ellos a la hora de sus errores.
7. No hay que juzgar a los demás.
"Cuando esperaba a mi primer hijo, me hice un montón de ideas de lo que iba a hacer y de lo que no iba a hacer con él, según lo que veía en los demás. No lo iba a consentir tanto como Fulanita, no le iba a dejar ver tanta TV como Zutanita, ni le iba a comprar barbies tan chica, como Menganita... De más está decir; que muy luego me di cuenta que hacía lo mismo y mucho más. Es que "otra cosa es con guitarra", como dicen por ahí", asegura Claudia.
Los niños enseñan a no juzgar a los demás según cómo son como papás. Especialmente nos hacen entender muchas actitudes de nuestros propios padres, que antes criticábamos. Dejamos así de exigirle a los demás cosas que nosotros no podemos cumplir con nuestros hijos. Esta es una importante lección que se puede aplicar en todos los ámbitos de la vida.
8. Vivir el momento.
"Cada vez que salgo con los niños, no puedo creer lo poco que me cundió. Si tenía que hacer cinco cosas, apenas alcancé a terminar dos. Para qué decir cuando uno trata de hacer alguna tarea en la casa, como ordenar un closet. Puede que esté toda la tarde y sólo alcance a ordenar tres repisas ", comenta Patricia.
"Cuando salgo con los niños, miro las calles de otra manera. Es que a su ritmo, se ven flores, pájaros, grúas y todo tipo de cosas que, si voy sola y apurada ni me doy cuenta que existen ", opina Claudia.
Los niños, especialmente de chicos, son los reyes en mostrarnos el valor de tomarse las cosas con calma. Si vamos a pasar la tarde con ellos, hay que quitar el estrés y la ansiedad, y saber que, para que todos lo pasemos bien, no queda otra que ir al ritmo de ellos.
9. No se termina de aprender.
"Una de las grandes sorpresas que he tenido siendo mamá es la cantidad de cambios que un niño puede sufrir en tan poco tiempo. De ser una niñita adorable, pasó a tener unas pataletas feroces cuando cumplió dos años. Después sacó una personalidad loca y ahora está tímida. Creo que cada nueva etapa es como empezar todo de nuevo ", asegura María Paz.
Patricia agrega: "¡Y eso ocurre con cada hijo porque cada uno es distinto!".
Con los niños nunca se deja de aprender. Cada etapa es distinta y cada hijo es diferente, por lo que tenemos que ser de una manera o de otra con cada uno. Esto nos plantea un desafío enorme como padres, pero también nos da una inmensa recompensa: el cariño de los hijos.
10. Los niños nos despiertan virtudes olvidadas.
En lo que todos los padres consultados están de acuerdo es en la cantidad de virtudes que nos muestran los hijos y que nos hacen cuestionamos sobre nosotros mismos.
"Lo poco rencorosos, lo espontáneos, la alegría, la espiritualidad, la sencillez, la sensibilidad con los más débiles o los pobres, es maravilloso. En cierto sentido, te despiertan al mundo"; nos enseñan a ser justos con ellos en cada momento y circunstancia, aplicando la creatividad y no echar carga de más al mismo, o a los mismos en las tareas de la casa.
Nos enseñan a saberlos escuchar y comprender, para atender sus diferentes necesidades.
Los hijos nos hacen conocer mejor, sacar facetas de nuestra personalidad que nunca creímos tener y nos motivan a ser mejores personas.
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